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Comentarios de "El Principito"


El Principito es un breve y profundo cuento que se va revelando en la medida en que el crecimiento interno nuestro se va desarrollando. En la infancia, quizás, no pase de ser un cuento como tantos otros. Sin embargo, en la medida que vamos experimentando en la vida, errores y aciertos, el dolor propio y ajeno y nos vemos enfrentados a las virtudes y los vicios, particularmente los nuestros, este aparentemente liviano y sencillo relato, empieza a mostrar la grandeza del conocimiento arcano que sólo se manifiesta a quienes están preparados para recibirlo.

Recorriendo algunos pasajes de este texto me han llevado a reflexionar en su significado, entendiéndolos como aporte en mi búsqueda de propósito para la vida.

1. La historia se desarrolla cuando el autor, en medio del desierto, luego de un aterrizaje de emergencia, se encuentra con El Principito.

He leído muchas veces este relato, y me parece que uno podría comprender que El Principito no es otro personaje, sino más bien “uno mismo”, esa voz interior que aparece en momentos de crisis. Para algunos ese “Dios” olvidado, del cual uno quiere asirse en forma mágica, cuando uno se rinde a sus limitaciones; aquellas que nos han puesto en situaciones límites y de las cuales no queremos reconocer que son el resultado de nuestras acciones pasadas, ya sea en esta vida o en otra. Los principios universales de causa y efecto se han manifestado siempre, pero se cree ingenuamente que se puede burlar a la naturaleza.

En nuestro andar en automático cada vez el estar verdaderamente consientes, no sólo físicamente despiertos, sino espiritualmente despiertos, es un desafío que requiere de todo nuestro ser. Pero si siempre tenemos en cuenta que ese Principito, lleno de sabiduría, está dentro de nosotros, ya habremos salvado el primer paso: “El darnos cuenta...”. El siguiente paso es: “Escuchar con el alma”. Es ahí cuando empezamos nuestro entrenamiento. Tenemos, además, la ayuda de la Naturaleza. En nuestro alrededor, si estamos consientes, encontraremos en el Universo, el sol, las flores, en cada detalle de este mundo material que nos rodea, representadas las virtudes que debemos cultivar y los vicios de los cuales debemos alejarnos.

2. Ahora veremos cómo el Principito nos habla para que despertemos y todos nuestros actos empiecen a tener un propósito.


a. "Es una cuestión de disciplina, me decía más tarde el principito. Cuando por la mañana uno termina de arreglarse, hay que hacer cuidadosamente la limpieza del planeta. Hay que dedicarse regularmente a arrancar los baobabs, cuando se les distingue de los rosales, a los cuales se parecen mucho cuando son pequeñitos. Es un trabajo muy fastidioso pero muy fácil".


Los vicios se manifiestan como tales luego que por años se han arraigado en nuestro interior. En los niños no hay dolo y las acciones, aunque pueden ser equivocadas, no son vicios. A medida que vamos creciendo y tomando conciencia de las cosas, recién podemos reconocerlos: “nuestros baobabs en crecimiento”. Como expresa el Principito, se debe trabajar en las cosas pequeñas para que no crezcan a niveles que después nos hagan imposible tomar cualquier acción. Si no estamos permanentemente alertas, empezamos a identificarnos con nuestros vicios, los justificamos, acomodamos la verdad y sin darnos cuenta después somos como “máquinas rotas” que no tienen arreglo. No se debe olvidar “que los opuestos son idénticos en naturaleza pero diferentes en grado”. El punto de equilibrio hace difícil distinguir las diferencias. Es como si los rosales y los baobabs se confundieran. Pero la intención de hacer las cosas, las motivaciones profundas son las que van a, finalmente, determinar si cultivaremos un rosal o un baobab.

Primero debemos darnos cuenta de la situación; luego sin demorar en exceso las acciones, arrancar los baobabs. La prudencia debe estar presente para no destruir rosales y baobabs por igual. Luego cultivar la paciencia para esperar que los rosales crezcan. Los procesos no son instantáneos. Necesitan madurar. Cada uno tiene un tiempo para ello que no se debe apurar. Esta búsqueda de perfeccionar el ser es permanente, cíclica y por lo tanto, la perseverancia debe ser uno de nuestros pilares para no olvidarse de los baobabs. Finalmente, podremos alcanzar la meta evolutiva propuesta en forma justa y perfecta.



b. “¿Y no es importante que yo conozca una flor única en el mundo, que no existe en ninguna parte, salvo en mi planeta, y que un corderito puede aniquilar una mañana, así de un sólo golpe, sin darse cuenta de lo que hace?”


En este pasaje me he preguntado qué simbolizan “mi planeta” y “una flor única en el mundo”. Aquí es cuando la meditación puede ayudar a ver en nuestro interior, mi planeta, mi alma, que tiene el potencial de crecer y convertirse en una flor maravillosa, pero con una amenaza aparentemente inocente, como lo es un “corderito”. Al observar a la humanidad, como un todo, me parece que los “corderitos” van ganando: han comido todas las rosas y no se ve esperanza en el futuro. Se ha cambiado el valor de las cosas y nosotros nos aniquilamos a nosotros mismos, al olvidar el maravilloso potencial del cual fuimos dotados y que es nuestra responsabilidad, la razón de ser de la existencia, hacer crecer nuestra alma.


Las trampas son muchas, particularmente la ignorancia, el fanatismo y la ambición, son las más sutiles, autojustificables y que se potencian entre ellas. Sin embargo, cuando le damos el justo valor a las cosas y no desperdiciamos nuestra energía sin razón, cuando optamos por educarnos y cuando logramos comprender que “más rico no es el que más tiene, sino el que menos necesita”, evitamos sucumbir en estas trampas y los “corderitos” no nos comerán.


c. “No mide el peligro, me dije. Jamás tiene hambre ni sed. Un poco de sol le basta...pero me miró y respondió a mi pensamiento:

-Tengo sed también...Busquemos un pozo...”


En el plano espiritual muchas veces estamos sedientos y hambrientos, sin ninguna esperanza de tener alivio. No obstante, cuando luego de experimentar de dulce y de agraz en la vida decidimos que es necesario “buscar un pozo”, es entonces cuando nos convertimos en buscadores.

La decisión libre y espontánea de, sin importar el camino que haya que recorrer, de “encontrar nuestro pozo”, no será fácil, pero al final el “pozo” satisfará nuestras necesidades y entonces todos los esfuerzos anteriores habrán valido la pena. Cualquier necesidad en plano material es pasajero, pero en el plano espiritual puede ser eterna. Por esta razón, el aprovechar el tiempo limitado de esta vida en calmar la sed y el hambre interior no es tiempo perdido, sino más bien una “inversión” para el futuro.


d. “Y sin embargo lo que buscan podría encontrarse en una sola rosa o en un poco de agua...

-Seguramente – respondí.

Y el principito agregó:

-Pero los ojos están ciegos. Es necesario buscar con el corazón.


Efectivamente todos nuestros cuestionamientos se encuentran resueltos en la Naturaleza a nuestro alrededor. Desde un átomo hasta el universo completo. Cada uno de sus componentes contiene la llave que explica nuestras eternas interrogantes: ¿de dónde vengo?, ¿quién soy? y ¿a dónde voy? Sólo hay que descubrir por nosotros mismos las respuestas. Éstas no están en el intelecto sino más bien en “el corazón”. En la “comprensión” de las cosas que finalmente lleva a la acción.


En los comentarios de estos pasajes de “El Principito” he compartido la enseñanza que he podido ver en ellos. Es importante recalcar que todos desde nuestras perspectivas particulares, podemos dar un enfoque único y distinto a lo expuesto. Evidentemente, no hay absolutos. Mientras nos mueva el amor, y reflejo de ello es “cultivar las virtudes”, lograremos ir dando cada día una interpretación más profunda a este cuento, y en recompensa aparecerá nuestro propio pozo y nuestro propio Principito, a fin de calmar nuestra sed y nuestro hambre en el plano espiritual.


Santiago, 1 de junio de 2023

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