Hace unos días, nosotros, el team “Sergio en Santiago”, nos reunimos en el Barrio Bellas Artes, nuevamente. Lamentamos que Alicia no pudo asistir, pero con los nosotros seis fue igual un encuentro enriquecedor.
Esta vez visitamos el restaurante “Txoco Alavés” (léase Choco A La Vez). Esto que la equis en España y otros países se pronuncie como una “che”… bueno hay algo de glamour en ello, ya que si no, la conocida cantante brasileña Xuxa se habría visto venida a menos con su nombre escrito de otra manera.
Para contextualizar tuve que ir a la RAE (Real Academia Española) para traducir el nombre. Mis hallazgos fueron los siguientes:
Txoco, no está registrado y se le asocia a la palabra “chueca”, sí esa misma que usan en el sur para jugar polín, bueno, usaré un anglicismo, jockey. Pero en general diversas referencias indican que es una palabra vasca que significa “rincón” y se aplica a sociedades gastronómicas donde son los propios dueños los que cocinan y atienden. Algo así como una PYME[1].
Alavés: es un adjetivo que se refiere al oriundo de la provincia de Álava en España, situada en la comunidad autónoma del País Vasco.
Luego de este pequeño baño de geografía se podrán imaginar que la especialidad era comida española.
El local está ubicado en calle Mosqueto con Merced, Santiago de Chile (por si algún extranjero viene y lo quiere visitar). Es como transportarse en el tiempo. Me imaginé en esas tabernas de la Edad Media, que salen en las películas. Obviamente, con humanos del siglo XXI, bañados y olorosos y muy educados para comer.
El local tiene como 2 pisos, pero hay varios desniveles, que hacen del ambiente algo especial y muy acogedor. Muchas cosas cuelgan de las paredes y el techo. Imposible aburrirse. Hay cornamentas de alces, lámparas de cristal, cuadros, chiches y hasta una foto de Carlos Gardel estaba por ahí. Pero increíblemente este aparente exceso de decoración, es lo que le da esa aura diferente. El segundo piso es pequeño y queda como en una especie de balcón con vista hacia al bar que se encuentra en el primer piso por donde uno entra.
Las ventanas decoradas con vitrales y el mobiliario de madera oscura que le da un aire de antiguo. Las mesas son para cuatro personas y se junan cuando son más comensales. El espacio absolutamente bien aprovechado. Cabemos todos y a pesar de la cercanía entre los distintos grupos, se puede conversar, no hay un nivel de ruido que moleste y se puede pasar un momento muy grato.
Observé turistas de distintas nacionalidades y, además, los garzones que nos atendieron, eran peruanos. Maravillosa esta mezcla multicultural que se une por el gusto de saborear exquisiteces.
Como cuando nos juntamos lo importante es compartir, así lo hicimos en esta ocasión. Pedimos diferentes platos que probamos entre todos y raya para la suma[2], todos eran ricos:
Pulpo a la gallega: como cualquier preparación de pulpo, nunca entra por la vista. Esos tenáculos de cefalópodo que no hay forma de que se vean apetitosos, pero quienes los hemos probado, sabemos que las apariencias engañan. Exquisitamente aliñado, caliente y con una mezcla que no llega a ser picante.
Tortilla española: un clásico de la comida española. Algo así como un omelette más grande y con papas, pero que el huevo no queda recocido.
Tabla Txoco: para picar jamón serrano, queso de cabra, chorizo y tostadas. Me detengo en el chorizo. Realmente sabroso y sin exceso de grasa.
Revuelto de setas: champiñones con huevos revueltos, muy sabrosos.
Con estos platos nos tuvimos que sacrificar mientras la conversación saltaba desde las tomas y protestas estudiantiles varias hasta las demandas feministas. A veces sin objetivos claros que solo perjudican al final. También muy contingente, el movimiento feminista y sus variaciones. Nuestro juez nos comentaba algunos casos impresionantes de cómo los seres humanos en su fanatismo religioso son capaces de echar a la calle a una hija menor de edad, porque no comparten su forma de pensar. Bueno, no debería sorprender, porque es la historia de la Humanidad, la historia de la Intolerancia.
Para combinar estos sabores pedimos una Sangría. Yo con esto de la “tolerancia cero” y siempre manejando, he perdido cultura etílica. En mi ignorancia pregunté si la Sangría tenía jugo de tomates. La risa fue generalizada.
- “Eso es un Bloody Mary”, dijo uno.
- “Ah…-dije- yo asocié sangre con salsa de tomates.”
Peor fue. La explicación agrava la falta. Y de puro “picá”, tomé igual. Total, no había ido en auto. En realidad, era una jarra de vino con frutas y hielo, pero muy rico, muy rico. Salud.
Algunos pidieron Pacharán. Es un licor que se prepara con la maceración de las endrinas, un fruto redondo y azul. Se parece por afuera a los arándanos. Pero para mi que ese licor es para liberarse y debe contener algo de Pentotal Sódico. Entre la risa y las confesiones con Pacharán, pasamos momentos muy divertidos.
En esta ocasión estuvimos menos graves y nos relajamos riéndonos de anécdotas varias.
Los postres fueron la guinda de la torta. Ni sé cómo se llaman, pero son de leche con chocolate, merengue, crema y manzanas.
Este lugar es un rincón vasco con una combinación de sabores que satisfacen variados gustos. Recomendable a tal punto que tres días después volví a celebrar el día del padre ahí mismo.
Muy buena elección. Así seguiremos recorriendo Santiago, encontrando nuevos lugares y probando sabores fascinantes.
14 de junio de 2018
[1] PYME: sigla para referirse a una pequeña o mediana empresa.
[2] Raya para la suma: expresión popular que significa conclusión o resultado.
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