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Foto del escritorClaudia Cardinali

Destino



Hoy al mirar hacia atrás veo pasar mi vida como una película. Con errores y aciertos, ojalá fueran más aciertos. Recuerdo que siempre fue una guía desde mi infancia el poema “En paz” de Amado Nervo:


Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,

porque nunca me diste ni esperanza fallida,

ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;

porque veo al final de mi rudo camino

que yo fui el arquitecto de mi propio destino;

que si extraje la miel o la hiel de las cosas,

fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:

cuando planté rosales, coseché siempre rosas.

...Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:

¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!

Hallé sin duda largas las noches de mis penas;

mas no me prometiste tú sólo noches buenas;

y en cambio tuve algunas santamente serenas...

Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.

¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!


Quizás no esté realmente en el ocaso, pero sí he visto que todo lo que me rodea es el resultado de haber sido el “arquitecto de mi propio destino”.

He amado sin reparos, pero nunca ha sido suficiente. Tal vez mis energías no han sido puestas donde sean valoradas. Pero uno solo actúa, no por interés ni esperando nada a cambio. Sin embargo, la dinámica debe fluir en un dar y recibir. Cuando solo se da y lo que se recibe no es un regalo, sino lo justo y necesario, uno se entristece y finalmente la fuerza original se extingue. Todo debe estar un permanente movimiento que con pequeños gestos genera grandes alegrías que hacen la felicidad.

El silencio y el marginamiento como rendición van consumiendo. Menos mal que la mente tiene el poder de abstraerse. Esa es la defensa natural para nosotros los débiles seres que debemos superar la emoción en este plano.

El éxito y el fracaso siempre están en nuestras manos. Ese es el tesoro de la humanidad, el poder elegir nuestros pasos. Cuántas veces he sentido la soledad y cuántas veces no he dejado que me venza...

Sé que cuanto suceda en el futuro será la consecuencia del camino que he elegido hoy.

El acto de tomar decisiones y elegir es un acto de valentía. Hay que superar los miedos y las inseguridades que paralizan. Los cambios producen un movimiento que saca de la rutina, porque hay que adecuarse al nuevo escenario.

Entonces, ¿hay destino? Mi percepción es que hay un punto de partida y una meta predeterminada, pero el camino entre ambos es resultado de nuestra soberana capacidad de elegir. Algunos dirán que “no tenían otra opción” y justificarán sus actos o el hecho de no hacer nada, pero siempre hay opciones. Hasta el no elegir es la opción de “no elegir”. Por lo tanto, destino y elección son dos aspectos de un todo que, en las limitaciones de nuestros sentidos, las vemos como separadas.

En esta misma línea de ideas: ¿significa el hecho de que si existe una meta predeterminada, no siendo la que quisiéramos, no hay posibilidad de cambiarla? En este punto habría que hacer una diferencia sustancial entre lo exotérico y esotérico. Todo el entorno que percibimos con nuestros sentidos es, como dirían los budistas, “ilusión”. La meta del trabajo del ser humano está en el mundo interno, en lo esotérico. Por esta razón el mundo visible y las condiciones de nuestro entorno solo serán un escenario con el cual convivir y no un fin en si mismos.

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