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Dos grandes motores del ser


Cada día nos vemos enfrentados a nuevos desafíos. Tenemos expectativas, deseos y metas, todas ellas siempre esperando que sean con un buen resultado para uno. Claro que los buenos resultados para uno no necesariamente son buenos resultados para otro. Si gano algo como un concurso, excelente. Pero también significa que hubo algunos que perdieron.

Es posible elegir vivir permanentemente en un estado monótono sin sobresaltos ni riesgos, hasta el fin. Elección válida por cierto, ¿pero en qué se diferencia a la vida de un zorzal o de cualquier otra especie distinta a la humana? Me da la impresión de que en nada. Teniendo la posibilidad de elegir y de evolucionar como ser humano, decide hacer nada. De esto uno puede ser observador de muchos. Es como ser zombie, arriesga nada, pero tampoco aporta nada.

He visto a dos grandes motores que son los que nos hacen salir de la inercia del día a día, sentimientos que definitivamente sacan de ese estado: la ira y el amor.

La ira junto con todo tipo de vicios acompañantes, en todas sus intensidades, desde ser sarcástico hasta estar furibundo, produce algo que nos transforma. El entregarnos a interpretar emociones hasta transformarlas en ira, nos lleva a cambiar nuestro comportamiento, a justificarlo y a actuar de modo que nuestras expectativas, como por ejemplo, de venganza queden satisfechas.

Es importante entender que los sentimientos finalmente son emociones racionalizadas. Las emociones son repuestas primarias hacia un estímulo externo. Me permitiré un ejemplo: Recibo un golpe por la espalda. Me doy vuelta, enojada, y veo lo siguiente:

Caso1: un niño pequeño jugando, me ha golpeado sin querer. Analizo la situación, no le doy importancia, le digo que tenga más cuidado y se me pasa la emoción de estar enojada.

Caso2: un adulto desconocido que me ha atacado voluntariamente con el afán de hacerme daño y eventualmente robarme. Analizo la situación, mi enojo se transforma en miedo y cuando ya me encuentro sola tengo un gran sentimiento de temor que me lleva a la desconfianza de todos. Llevo este sentimiento permanentemente y modifico mi conducta.

Caso3: un adulto conocido que por los motivos que sea que tenga busca dañarme. Mi enojo crece hasta el punto de buscar venganza o dañarlo de alguna forma. Justifico mi actuar y puedo transformar toda mi escala de valores para conseguir calmar este sentimiento de ira que no me deja en paz. Buscaré cualquier forma de descargarme sin importar las consecuencias.

Estos ejemplo básicos son para ilustrar como finalmente la creación de los sentimientos pasa por una construcción mental. Una construcción propia. Visto desde esta manera, me hace sentido la sentencia budista de que “todo es ilusión”.

Entonces, cabe preguntarnos ¿podemos construir a nuestro alrededor un entorno favorable o desfavorable a voluntad?

En teoría, sí. Basta con que la valoración de los eventos sea de tal forma que no nos haga daño. Fácil...

Pero, la facultad de elegir viene con una maleta cargada de vicios de los que nos debemos responsabilizar. En realidad, los vicios no son algo aislado. Coexisten con las virtudes. El elegir acercarse o alejarse de uno u otro, evidenciará sus características.

El otro gran motor es el amor. Solo puede ser un sentimiento. Se genera como respuesta mental a las múltiples emociones agradables a las que nos enfrentamos. A través del amor es posible realizar proezas físicas e intelectuales. El amor es inspirador para la manifestación de obras de arte. También es capaz de atenuar sentimientos negativos y transformarlos en bondad, perdón y caridad.

Estos motores que se manifiestan en diversas ocasiones pueden ser muy beneficiosos en la medida que nuestro análisis vaya en una dirección biofílica. Las ideas se pueden desarrollar y materializar generando un legado. Esto finalmente produce un motivo por el cual vivir y lleva a querer hacer cosas. A inspirarse. Finalmente a evolucionar.

Marzo 2019

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